«A ti, manzana,
quiero
celebrarte
llenándome
con tu nombre
la boca,
comiéndote.»
Fragmento de «Oda a la Manzana» de Pablo Neruda.
La manzana ha tenido gran protagonismo en nuestra cultura desde siempre. Aparece en la Biblia como fruta de la sabiduría con la que la serpiente tienta a Eva. En cuento infantiles como Blancanieves en el que se utiliza la manzana para envenenar a la protagonista. Como musa frutal de Isaac Newton. Robin Hood parte una manzana colocada en la cabeza de un amigo con la cabeza vendada. En la mitología griega aparece como fruta de la discordia.
Le hemos dedicado poemas, como el de Pablo Neruda con el que encabezo esta entrada.
Adivinanzas:
«A esta fruta se la culpa y fue culpa del demonio, pues comieron de su pulpa los del primer matrimonio»
«Somos verdes y amarillas, también somos coloradas, estamos muy buenas asadas y también sin estar cocinadas»
En nuestro refranero se dice: «no hay cosa más sana que cada día una manzana» y la ciencia lo ha corroborado confirmando los beneficios de su consumo habitual:
- Tiene mucha fibra y efecto saciante. Perfecta para cuando estamos de dieta.
- Cuida de nuestro corazón al tener flavonoides (una sustancia que evita que el colesterol se adhiera a las paredes de nuestros vasos sanguíneos) y potasio (combate la hipertensión y evita la retención de líquidos).
- Su consumo retrasa la absorción de la glucosa en el intestino con lo que ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre.
Y que deciros de su uso en cocina, esta no es la primera vez ni la última en la que la utilizaré en una receta.
Pero, ¿queréis que os revele el verdadero secreto de su éxito? Pues es el ser irresistiblemente deliciosa.