Deseos de chocolate

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Algunas veces, en un taller creativo, hemos hecho un árbol de los deseos. Los participantes escriben en un papel un deseo para todo el mundo y luego lo pegamos alrededor de un tronco de cartulina, dibujado con tiza, etc.. Es interesante ver como la edad influye en lo que deseamos. Cuando la gente es muy mayor, principalmente piden salud, dinero y paz. Las personas más jóvenes suelen pedir dinero, amor, trabajo y felicidad. Y por fin llegamos a los niños, ese grupo maravilloso en el que no hay reglas y que piden cosas tan extraordinarias como que «las ciudades se llenen de flores»,»música por las calles» o que «todo el mundo pueda volar».

Hace poco vi un árbol de los deseos que me hizo pensar. Estaba hecho por un grupo de niños de seis años y entre todos los deseos algunos me llamaron la atención: » que todo el mundo sea rico» y «que todos sean guapos». Y entonces pensé: «son estos los deseos que me gustaría que tuviera mi hija ante la posibilidad de pedir cualquier cosa, sin límites». Vivimos en un mundo de consumo indiscriminado en el que la imagen, el que dirán y el tener nos viene programado desde pequeños y parece ser lo más importante. Tan importante que hasta hay niños de seis años que prefieren tener dinero o mejorar su imagen antes que ir volando al colegio o que las ciudades sean invadidas por las flores. ¿Estamos seguros de tener claras nuestras prioridades?

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Coulant de chocolate

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Llevo unos días de muchísimo ajetreo y por eso quedarnos este domingo en casa ha sido fabuloso. Mientras mi marido hacía un delicioso pollo relleno de espinacas y castañas, mi hija y yo hacíamos postales de Navidad para la familia (al final os dejo una foto de las postales por si alguien se anima a hacerlas, son muy sencillas). Faltaba poco para comer cuando a ambos se les ocurrió que una comida tan buena se desmerecía sin un buen postre. Rápido, piensa algo que esté listo en poco tiempo y que además no se tenga que enfriar y… ¡Tachán! Coulant de chocolate, por algo será que también se le llama muerte por chocolate, je,je,je. Tengo que reconocer que acabamos empachados :).

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Polvorones de aceite de oliva

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Hace un tiempo, en la frutería, me regalaron una lata de coliflor en conserva, producto que nunca he consumido. Cada vez que abro la despensa allí está, esperando. Pienso: «algún día, cuando tenga prisa o no sepa que hacer para cenar, la abriré», pero la verdad es que allí sigue, esperando.

Lo mismo pasa con nuestros sueños. Cuando somos jóvenes tenemos miles de planes y proyectos de futuro, pero vamos creciendo y la responsabilidad y las obligaciones nos golpean con fuerza. Así que vamos enlatando nuestros sueños y los almacenamos en la despensa del alma, esperando un momento mejor para abrirlos. Y allí siguen, todavía frescos pero olvidados, como la coliflor en mi despensa.

Para este año que viene, os propongo que desenlatéis un sueño y os esforcéis en realizarlo. Aunque al final no lo consigáis la ilusión de intentarlo sazonará vuestras vidas y siempre podéis abrir otro. Por mi parte os prometo que abriré la lata de coliflor, y quién sabe, quizás algún día os cuente que he conseguido realizar un sueño nuevo.

Pero bueno, a base de abrir latas tendremos que volver a llenar la despensa, ji,ji,ji. Aquí os dejo una receta que os sorprenderá por su sabor y su textura, además de sustituir la manteca de cerdo (una grasa saturada) por aceite de oliva, una grasa momoinsaturada que entre otros beneficios, ayuda a reducir el colesterol, protege el corazón, previene accidentes cerebrovasculares y previene el envejecimiento ¡Casi nada!

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